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BEISBOL Y ESTUDIO


En cada lanzamiento al home, Kajuki –su sobrenombre en el play– envía una dosis condensada de sus sueños: hacerse un jugador de las Grandes Ligas de Estados Unidos, cambiar las condiciones de vida de su familia y ayudar a otros necesitados de su entorno. Él se forma para el béisbol, un caso que se multiplica por miles en hogares dominicanos.
En cualquier escuela o liga de pelota de unas 10 mil que existen en República Dominicana, informales la mayoría, hay 30, 50 y hasta 100 muchachos que practican, en gran medida, porque es la principal afición de los dominicanos, pero también porque ellos y sus familias ven esta actividad como la oportunidad para salir de la pobreza.

Diógenes Elías, con su madre, Florita García. (Roberto Guzmán)
Diógenes Elías, con su madre, Florita García. (Roberto Guzmán)
“Mami, usted no puede trabajar, no se apure que yo la sacaré de la pobreza.  Ya el lunes firmaré un nuevo contrato”, había dicho con mucha ilusión Jerinson Tatis, el joven de 18 años que el 15 de diciembre en medio de una balacera recibió cuatro disparos que le causaron la muerte. Tatis, de Villa González, estaba a punto de firmar con los Cubs de Chicago un acuerdo por US$450 mil, (unos RD$18 millones) luego de que Kansas City lo dejara en libertad, según reportes de prensa.
Un deporte que entre el 2 de julio hasta el 6 de diciembre pasados había generado 60 millones de dólares en bonos por la firma de contratos de equipos profesionales con 388 jugadores es mucho más que un juego, y en muchos casos, concita mayor atención que los estudios escolares y universitarios.
Esos 388 contratos son el balance preliminar del período 2012-2013, que finaliza el 1 de julio de este año, explica Rafael O. Pérez, director de operaciones en el país de la Major League Baseball (MLB) o Ligas Mayores del Béisbol, organización que tiene en República Dominicana la más grande cantera de exportación de peloteros hacia Estados Unidos.
Pero el camino hacia los estadios del gran “show” resulta muy angosto y pedregoso. Según la revista estadounidense Time, sólo el 2% de los dominicanos que firman con equipos de ese emporio llegan hasta la categoría de Grandes Ligas, donde está el gran dinero. Tanto es así que de por vida sólo 567 dominicanos han debutado en las mayores y esto incluye a un grupo que firmó en territorio estadounidense.
En este y en otros países, como Venezuela, “es la necesidad, más que la pasión por la pelota, lo que alimenta el sistema y permite que las organizaciones de Grandes Ligas tengan la libertad que desean para sacarle provecho a sus operaciones”, asegura en una de sus columnas el analista deportivo venezolano Arturo Marcano, de ESPNDeportes.com.
Kajuki, cuyo nombre real es Diógenes Elías, vive con su madre y cuatro hermanos menores al final de un barranco del barrio marginal Los Solares, un área de expansión del sector El Café, en Santo Domingo Oeste. A los 14 años, su empeño es tal que viaja a pie varias veces a la semana hasta el parque Mirador Sur, donde se entrena bajo las instrucciones de José Alberto.
Con gestos y expresiones que delatan timidez e inocencia, dice que aspira a una carrera exitosa y a ayudar a los más necesitados. “Y sacar a mi mamá de este hoyo”, agrega.
“Toda la vida ha sido su sueño. Lo entusiasma más la pelota que la escuela”, admite su madre, Florita García (Miguelina), una mujer separada de su esposo que además hace poco quedó sin empleo. Ella lo apoya en todo cuanto puede y tiene la suerte de que José Alberto no le cobra la mensualidad de las prácticas de su hijo.
Aunque Kajuki lleva más de dos años practicando y recibe elogios de su actual entrenador, sus condiciones para alcanzar las habilidades esperadas para un contrato aún no están bien definidas y demandan de mucho trabajo. En cambio, en la escuela ahora cursa el sexto grado de primaria, en lo que asegura tiene buen desempeño, aunque a su edad bien podía haber iniciado el bachillerato.
El peloterito no se visualiza como profesional de ningún área académica. Sólo piensa en la posición de campo corto que ahora le asignó su entrenador, explorando sus posibilidades de éxito en etapas posteriores.
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El bate vs. la mochila
En la medida que se definen las habilidades del jugador, y que éste muestra condiciones para desarrollarse profesionalmente, se multiplica el esfuerzo y la atención de él y su familia con este deporte, porque las exigencias de la gran industria estadounidense son muy elevadas y el camino está lleno de candidatos.
A los 16 años, los adolescentes interesados en la pelota ingresan a un programa, una iniciativa privada e independiente que les da entrenamiento intensivo, que los ocupa mañana y tarde, y en algunos casos, hasta los recluta, con equipos, proteínas y alojamiento incluido. Entre esa edad y los 19 años cualquier escucha de un equipo de grandes ligas podría seleccionarlos para firmar un contrato, con bonos iniciales que parten desde decenas de miles y llegan a millones de dólares. Y ahí no hay espacio para otros sueños.
Víctor Trejo, quien también ofrece prácticas en el Mirador Sur, es de los que ven este juego como alternativa para el ascenso económico y social. “Yo les digo a ellos: 60% la pelota y 40% los estudios, porque como está este país es difícil que un muchacho estudiando pueda conseguir algo”, declara sin rubor. Por tanto, piensa que la pelota es una forma, incluso, de evitar que esos muchachos caigan en vicios.
Este aspecto trasborda el tema de los prospectos al plano de la protección de los menores de edad, en un país en el que sólo el 52% de las adolescentes y el 37% de los varones asiste a la secundaria, según una publicación reciente del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y la Niñez (UNICEF), apoyado en estudios de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
La Convención sobre los Derechos del Niño establece en su artículo 32 que, “los Estados partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación”.
El tema es también objeto de debate en el mundo deportivo. El citado columnista Marcano, abogado con una maestría en gerencia deportiva, critica que la MLB propicie que los adolescentes descuiden su formación académica para servirse al máximo de sus condiciones físicas.
Admite, sin embargo, que la mayor responsabilidad de este problema recae sobre los padres y el Estado. “Si un país permite que niños de 13 años entrenen a tiempo completo y abandonen las escuelas, entonces el problema es otro más grave”, pondera. “Si esos niños y jóvenes no tienen alternativas distintas al béisbol el objetivo debería ser crearlas. Pensar que el béisbol sacará a un país del subdesarrollo tiene tanto sentido como confiar que la lotería hará esa misma labor”.
Para Pablo Núñez, director ejecutivo de la Federación Dominicana de Béisbol (FEDOBE), “es un error grande de un padre dejar que alguien dirija la vida de su hijo”.
Otro conocedor del juego advierte que “hay un porcentaje altísimo” de jóvenes que cuando llega al programa hace mucho tiempo que ha dejado de estudiar y que ve en el béisbol la opción más viable de ascenso económico. “Y a los familiares no les interesa en lo más mínimo que ellos se desarrollen en la parte académica”, sostiene Jovanny Montero, coordinador de Desarrollo Humano en RBI Consulting Group, una agencia que brinda asistencia académica a tres conjuntos de Grandes Ligas, para instruir a sus noveles atletas y orientarlos sobre los retos y peligros de su nueva condición.

Un oficio demandante
Wendri Jiménez, a los 16 años, estaba ya en cuarto curso del bachillerato en su natal Montecristi, cuando abandonó la tierra del afamado lanzador Juan Marichal para ingresar en la capital a un programa de entrenamiento.
Aunque luego terminó el ciclo en la modalidad de estudiante libre, en ese momento dejó a un lado la mochila y en el programa le suministraron guante, careta, pechera y rodillera para desarrollarse en la posición de receptor.
Hoy, con la edad de 20 años, terminaron las posibilidades de que un equipo lo contrate por los mecanismos viables en el país y está en proceso de redefinir sus metas.
“Yo no me arrepiento porque dije que esto de béisbol se trata de una aventura, se lo dije a mis padres antes de salir; el béisbol tiene una edad máxima, que de ahí para allá no hay nada; el estudio, no. Entonces, yo lo que quise fue aprovechar mi juventud”, expone Jiménez.
Existen unas 10 mil ligas en República Dominicana (Roberto Guzmán)
“El que juega pelota tiene obligatoriamente que dejar los estudios atrás, obligado, o hacerlo sabatino. El pelotero cuando quiere avanzar, hasta durmiendo tiene que soñar con (el) béisbol. Cuando tú practicas, a ti te están corrigiendo y tú tienes que venir entonces a trabajar mentalmente en la casa lo que tú tienes que mejorar”, argumenta.
Esa concentración la explica el psicólogo Pablo Ulloa. “Nunca en un negocio tú inviertes para perder; si un equipo te firma a ti es para que tú llegues al béisbol en el menor tiempo posible”.
Ulloa, presidente de RBI CG, entiende necesario que el jugador avance de la manera más consistente en la escuela, para cuando llegue el momento que tenga que entrar a un programa. Pero también para que, en caso de no lograr sus objetivos, pueda retomar su formación y hacerse de una carrera universitaria. “Es un tema de compromiso familiar”, sostiene.
Lo dice por experiencia propia. Ulloa practicaba béisbol y estaba sujeto a firmar con un equipo, pero admite que no contaba con las suficientes condiciones físicas para desarrollarse como jugador de Grandes Ligas, por lo que no logró un contrato. Entonces continuó sus estudios y hoy es psicólogo, economista, con maestría en alta dirección pública y en busca del doctorado. Además de presidir RBI CG, funge como director ejecutivo en el Tribunal Constitucional.
La RBI recomienda que la familia dé a su hijo un seguimiento y apoyo basado en los principios claves de los valores familiares y en busca de un desarrollo humano integral. Exhorta, además, a instar al niño a mantener los estudios aún sea de manera semipresencial.
En una de las tardes de diciembre pasado, Miguelina Aquino desafiaba el pavor que le provoca la posibilidad de que se le pegue un pelotazo, mientras observaba a su hijo jugar en la liga de José Alberto. Ella entiende que su apoyo emocional resulta vital para que su vástago, Bryan Morel, de 11 años, se desarrolle como jugador y también como infante.
El niño cursa el primero de bachillerato y, según su madre, muestra una inteligencia por encima del promedio. Aquino asegura que ella no tiene el contrato como una meta porque cría a su hijo bajo los preceptos del cristianismo y cualquier cosa que pase se dará por voluntad de Jehová y no de poder humano alguno.
Dinero y estudio
Para Wendri Jiménez y su familia resultó frustrante aceptar que ya no tenía oportunidad de entrar a un equipo profesional. Aunque todavía aspira a una beca con una universidad estadounidense para practicar béisbol en ella, el joven de Montecristi ha asimilado su situación y hace dos meses trabaja como administrador y chofer en la sucursal de una pollera. Si su última apuesta por el béisbol no resulta, piensa ingresar a la universidad.
Cuando un jugador se queda fuera, después de tanto esfuerzo y empeño, “el estrés es muy alto al principio”, explica Ulloa. “Desde dos aspectos: el individual, el del joven que hipotecó, que vendió la idea de que iba a ser jugador de béisbol; y el familiar, porque dentro del núcleo familiar se genera una frustración por no haber podido salir de la pobreza”, agrega.
Pero la firma representa todavía el principio de otra etapa en el camino, en la que muchos sucumben, con el peligro de la frustración.
Tanto en los casos positivos, como en los negativos, hará falta una apropiada formación académica, porque en su mayoría, los prospectos firmados no están preparados para manejar su nuevo estatus económico, con bonos que pueden superar el millón de dólares (cerca de RD$40 millones).
“Tú llegas a un rol que entras en conflicto contigo mismo, porque de ser hijo pasas a ser padre, y aun mayor, el proveedor de la casa. (El joven piensa) ‘yo soy el que dice lo que se va a hacer y cómo se va a hacer’ y de ahí es que vienen los conflictos de la familia. El muchacho, en una edad tan difícil como la adolescencia, no entiende que su valor es como ser humano y no por la cantidad de dinero que tiene en la cartera”, resalta Ulloa. Por eso la formación de RBI CG incluye inglés y los aspectos financiero, cultural y sexual, así como la resolución pacífica de conflictos.
En el negocio del béisbol, cuando el muchacho recibe el bono inicial, entre el entrenador y el abogado se quedan con el 40% del dinero. “Yo los pongo ready y los mando allá, y hay un abogado que quita un 30%, un 40%; de ese 40% me sale un 10%, quizás, dependiendo del tiempo que esté con él”, cuenta Oscaury Vargas (Bartolito), quien dirige una escuela de béisbol en Río San Juan.
Una disposición de la MLB establece ahora un monto máximo de US$2.9 millones al año para que cualquier equipo invierta en talentos del extranjero, lo que reduce las potencialidades de contratos jugosos y supedita el éxito económico a etapas superiores.
Para todos los casos, la instrucción académica podrá marcar la diferencia.
“Una persona debe tratar de tener la mayor cantidad de opciones en la vida y así tiene más caminos por donde coger si el béisbol no le resulta. Cuando un equipo profesional se te acerca y sabe que tu única opción es el béisbol, ellos se aprovechan de ti porque saben que tú simplemente o juegas béisbol o no haces nada”, advierte Juan Carlos Mella, quien llegó a firmar con un equipo y ahora es gerente y dueño de una imprenta, Spotcolor. •

Proceso de formación de un pelotero
El entrenamiento en el béisbol puede empezar desde los cuatro años de edad. Las ligas enseñan a los niños a batear para que pierdan el miedo a la pelota, a tomar rodados y a cómo lanzar, según la base que se cubra. Luego se ejercitan las habilidades físicas relacionadas con la posición que juega el estudiante.
En el país hay unas 10 mil escuelas y ligas, pero sólo 800 de ellas son instituciones formales con campeonatos y divisiones por categorías, según las edades, explica la Federación Dominicana de Béisbol (Fedobe).
A los 16 años, el pelotero ingresa a un programa o a una liga bien establecida, debido al intensivo entrenamiento que demanda su etapa, en la que debe prepararse para que en cualquier momento un representante de un equipo profesional lo vea y se interese en firmarlo.
Luego de la firma del contrato, el pelotero entra a una de las academias que los equipos tienen instaladas aquí en el país. Se integra a las ligas de verano y su estancia allí puede durar de uno a tres años, antes de pasar a las ligas menores de Estados Unidos.
Cuando el pelotero viaja a Estados Unidosentra de lleno a la organización y puede tardar de tres a cinco años rotando entre Clase A, AA y AAA, antes de debutar en Grandes Ligas. Hay casos que el proceso entre la firma y el debut se ha dado en tres años; otros nunca llegan.

Otra vía
Otra ruta para ingresar al béisbol de EE.UU. es el deporte universitario de esa nación. Al terminar el bachillerato en el colegio La Salle, Juan Carlos Mella logró becas en universidades estadounidenses, de las que, además de jugar pelota, egresó con un “Associated in Art”, un programa enfocado en la pedagogía.
Al terminar regresó al país y desde aquí firmó con los Medias Rojas de Boston, aunque salió cuando se lesionó en la Liga de Verano.
Luego de su baja, se hizo mercadólogo en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).

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